Egoitz

Ese de ahí soy yo con mi color de piel normal.

Cuando tenía 10 años más o menos, mis padres me apuntaron a una academia de inglés. En el colegio ya se estudiaba pero poco y mal, justo para tener un nivel tipo Sergio Ramos, ya sabes, nivel morri crisma.

Total, que llegué el primer día a la academia, la clase empezaba a las 19:00 y eran las 18:58. 

Le dije mi nombre a la chica de la entrada y me dijo que mi aula era la número 4.

Fui a la puerta, estaba cerrada y no había nadie esperando afuera. Pensé:

Genial, llego tarde el primer día. 

Abrí la puerta. La clase estaba llena y solo había un hueco libre en una de las esquinas. Cerré y me senté rápidamente en ese hueco mientras notaba 17 pares de ojos mirándome fijamente. 

La profesora me preguntó a qué hora tenía clase. 

Le dije que a las 19:00. 

Me dijo que esa era la clase de las 17:30, que esperara un minuto fuera que enseguida terminaba. 

CAGADÓN.

 

Imagina mi cara de ahí arriba pero con unos 20 años menos, sin barba, y de color rojo, en plan este rojo.

Cogí mis cosas y salí de ahí lo más rápido que pude.

Un minuto después, todos los que me vieron hacer el ridículo salieron del aula y desfilaron delante de mí entre risas. 

Maldita sea, no he pasado tanta vergüenza en mi vida. 

Pobre mini Egoitz.

En fin.

 

La forma de comunicar de bastantes negocios me recuerda a esa historia. 

Algunas cosas que dicen y dejan de decir no juegan a favor de sus dólares, o incluso juegan en contra. Y por desgracia no lo saben, porque no es una cagada tan evidente y ridícula como la de mini Egoitz. 

 

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